Escape to Libélula Island
A lo largo de una década, la práctica artística de Jessica Briceño Cisneros ha investigado, por medio de la escultura principalmente, la realidad material del entorno construído y el contexto económico e ideológico inscritos en el modernismo latinoamericano. Trabajando de primera mano con materiales de construcción y sus procesos, los cuales comúnmente son pesados y rígidos, la artista entreteje y evoca el recurso de la poesía y el concepto del desequilibrio, ambos siendo ejes narrativos en sus esculturas.
Libélula Island muestra un cuerpo de trabajo que Briceño Cisneros produjo durante una residencia en Skowhegan, Maine, en el verano de 2019. Esta escuela de pintura y escultura en Estados Unidos tiene 75 años de existencia y reúne en los meses de junio a agosto a cerca de 65 artistas provenientes de diversas partes del mundo para trabajar en una locación rodeada de hectáreas de bosque junto a un lago. Ante estas condiciones idílicas para la creatividad, la artista sin embargo se sintió enclaustrada. Como una estrategia de sanación personal, Briceño Cisneros construyó una escultura flotante, una isla artificial en el lago que le permitiera escapar de esta sensación de encierro y así tener un espacio personal.
Al entrar a la galería se presenta 6AM (2021): un grupo de 6 fotografías documentando a la artista nadando hacia su escultura. Esta acción captada cronológicamente muestran la llegada a la isla y cómo se sube a ella, balanceándose, para por último ver cómo descansa y se estira en la parte más alta. Estas acciones empiezan a revelar que hay una finalidad de autocuidado y sanación tanto corporal, mental, así como espiritual.
En la segunda sala de la galería se presenta, Libélula Island (2021), un video de dos canales el cual documentó la activación de la escultura en dos momentos del día distintos. La primera es por la mañana y con la artista llegando a la isla sola. Como si fuera el primer encuentro o la colonización de la isla, la artista levanta una bandera para proclamar ésta como un territorio personal. El segundo video se realizó con una cámara drone por la tarde, a pleno sol de verano y muestra a la artista con otros dos acompañantes y compañeros de la residencia. Para visitar la isla había que tener un acuerdo previo entre los visitantes, ya que solo podía alojar hasta cuatro personas. Entre los participantes había que cuidar el balance de la balsa para no volcarse y convivir tranquilamente. Había que tener un pacto de confianza donde la prioridad era el bienestar de la comunidad.
La isla tiene también una estructura que sirve como tambor o cámara de eco, la cual permite la reverberación de voz y añade una dimensión sonora a la isla. En ambos videos, el sonido grabado se entremezcla: los cantos de los pájaros, el vuelo de la libélula, el chapuzón de los clavados, el ligero oleaje del lago, una risa, un pato. También reverbera y refleja la luz sobre el oleaje del lago en sus distintos horarios, que son momentos de contemplación del paisaje acuático.
Para la muestra, Briceño Cisneros ha creado un nuevo elemento para compartir el desequilibrio y la inestabilidad para ver los videos. Al sentarse en la banca hay que negociar el peso de otros cuerpos así como el peso corporal propio sobre la longitud de la banca. Esto ofrece una relación donde no existe el contacto directo y nuevamente hay un acuerdo de confianza, la cual sugiere que cuando se comparte la inestabilidad se crea una conexión tanto física como emocional.
Por último, en el suelo hay un grupo de pequeñas revisiones de las maquetas que Jessica hizo como estudios para Libélula Island. Estas esculturas remiten a símbolos, letras o números. Al estar presentadas en el piso como un archipiélago a escala actúan como una posible poesía flotante o un idioma en un estado de fluidez, desplazado de sus territorios de origen.
De una manera similar, se desplaza y reconstruye la metodología de Jessica, la cual ha indagado la arquitectura latinoamericana y su materialidad, para ahora aplicarlo con la realidad material del hemisferio norte. En este proyecto el paisaje de Estados Unidos y sus arquitecturas son protagónicos: la livianez prefabricada de los materiales constructivos que Jessica encontró ahí, modulares y sintéticos, que sirven para ser aislantes térmicos y sonoros y que funcionaron como elementos de flotación. Igualmente, las construcciones del entorno, particularmente los silos y graneros, los cuales son huecos, voluminosos y livianos, informaron directamente la manufactura de Libélula Island.
Al presentar este cuerpo de trabajo en la Ciudad de México - capital de un país liminal entre sur y norte, en un territorio que alguna vez fue un lago con una isla en su centro, con volcanes en el paisaje y movimientos sísmicos frecuentes - se sitúa dentro de un marco más grande, en una suerte de cámara de eco que amplifica las decisiones que Jessica tomó en su investigación.
Ana Castella
Octubre 2021
Input your search keywords and press Enter.