N.A.S.A.L.
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Dennys Navas

OBLIVION


La forma en que las sociedades han imaginado y producido hábitats a lo largo de la historia, y cómo estas configuraciones albergan el germen de nuevos espacios para la vida en futuros inciertos, ha sido un tema recurrente en las indagaciones estéticas de Dennys Navas con respecto a la construcción visual del paisaje y la arquitectura. Su obra ha incorporado referentes locales desde una mirada que elude la severidad de las retóricas sociales y políticas del arte, abriéndose, más bien, a la experiencia de habitar una versión propia —y, quizás, más divertida— de Guayaquil, su lugar de residencia. En su trayectoria el artista ha creado una visualidad reconocible a través de proyectos que involucran pintura, dibujo, escultura y medios instalativos. La presente exposición, no obstante, manifiesta un remezón en varios aspectos.

Observamos dos procesos de trabajo que el artista ha desarrollado simultáneamente en los últimos tres años, en donde la disección del paisaje adopta múltiples sentidos. Algunas de las piezas exhibidas se dedican a reinterpretar los lugares de experimentación y memoria de las ciencias naturales, como los laboratorios, gabinetes de curiosidades y museos. Otras escalan a un registro más profundo que involucra un sustrato material: el cuerpo obrero, las infraestructuras industriales y la actividad productiva toman el lugar que antes tuvieron los paisajes distópicos y las arquitecturas especulativas en la obra de Navas.

En las pinturas de mayor formato aparecen escenarios de producción fabril en donde se elaboran “partes” de paisajes con tecnologías electrónicas y procedimientos manuales. El nuevo foco de atención se desplaza hacia las situaciones. En ellas emerge una cotidianidad extraña, como salida de un universo alterno o ucrónico. No son escenas grandilocuentes, sino impresiones de carácter ordinario que le permiten al artista hacer conjeturas alrededor de la “manufactura” del paisaje, sus posibles significados y metáforas. Al mismo tiempo, estas escenas albergan autorreferencias en donde Navas examina las ideas e iconografías paisajísticas que ha creado desde hace varios años.

En estas piezas el tratamiento pictórico de los personajes humanos no es distinto al de las máquinas o las formas vegetales y minerales en la cadena productiva: cuerpos y objetos se entrelazan en una “oda al productivismo”. Esta apreciación puede llevarnos a pensar nuevamente en la noción de artificialidad, relevante en la trayectoria del artista, pero esta merece un punto de inflexión. Lo artificial en esta creación de paisajes —tan imaginaria como avizorable— alude a una experiencia sensible afectada por un determinado modo de producción industrial que escinde realidades materiales, que obstaculiza o interrumpe la relación con otros seres y el entorno, y que se origina en una diferenciación entre la vida, como experiencia creadora de mundos posibles, y la producción serializada, y significativamente empobrecida, de una parte considerable del mundo existente.

La artificialidad en esta propuesta artística, entonces, no se define por su oposición a una “naturaleza prístina” —es decir, los territorios no explotados por la civilización occidental que son considerados “puros” o no “tocados” por el “hombre”—, sino que recupera sus raíces etimológicas pre-modernas: en latín, por medio del término artificio (“el resultado de hacer arte”); y en griego, a través de la noción de τέχνη.

Esta interpretación de lo artificial refleja una capacidad para crear∞producir mundos que la labor imaginativa de los seres humanos ha posibilitado durante milenios. Reconquistar este sentido mediante la reflexión crítica, la fantasía o la especulación más salvaje se vuelve imprescindible en la difícil situación que enfrentamos ahora como especie. Al final del recorrido se exhibe una video animación que proviene de un reciente intercambio curatorial con el artista, basado en nuestras experiencias en sistemas inmersivos como videojuegos y Second Life. En esta pieza aparece la inmensa estructura arquitectónica - ¿paisajística? que protagoniza la pintura Reservas de invierno y verano (2015), que formó parte del proyecto “Tierra Hueca” con el que Navas obtuvo el Premio Nuevo Mariano Aguilera. Esta creación audiovisual abre un nuevo expediente en su trabajo que, en un estrecho diálogo con obras anteriores, enriquece el universo visual y narrativo que ha construido durante una década.

Ana Rosa Valdez
Curadora de la exposición
La isla sin nombre, 17 de enero de 2022