N.A.S.A.L.
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Aldo Álvarez-Tostado

UN SENTIMIENTO QUE NO MORIRÁ

Otras partidas se libran en el terreno de juego.

Desde hace unas décadas, a la par el apogeo de la televisión, la figura del futbolista se ha convertido en arquetipo de masculinidad. en la construcción de este canon se ha reprimido cualquier expresión que transgreda el universo masculino, cisgénero y heterosexual. lo que el charro y el vaquero fueron al cine, el futbolista es a la televisión.

Irónicamente, el futbol nos regala un indiscutible imaginario homoerótico: hombres sudando en indumentaria deportiva, los muslos manchados de pasto y lodo, besándose tras un gol o sustitución –casi inimaginable fuera de la cancha- y las miradas retadoras al borde del cortejo cuando se confrontan dos jugadores.

Más allá del uniforme que por momentos difumina la extracción socioeconómica de los atletas, la causa futbolística emula a la bélica. cánticos de estadio e himnos nacionales comparten un espíritu de amor primigenio y lealtad absoluta; un romance eterno que convierte al equipo en patria y, por lo tanto, al compañero de equipo en engrane del ser amado.

En el caso particular del México de cambio de siglo, y bajo la sombra del movimiento postmoderno y la entrada al neoliberalismo, a la selección nacional se le ha ornamentado con motivos precolombinos y referencias al arte popular, en absoluto contraste con la opresión sistemática del Estado hacia los pueblos originarios. es común escuchar a los narradores referirse a los seleccionados como guerreros aztecas, mote que exotiza y/o maquilla al jugador, pero que resulta irresistible para romantizar al carácter estoico de una escuadra nacional condenada a vivir en la periferia de la gloria.

Como artesanía o archivo digital, las identidades nacionales se manufacturan. un sentimiento que no morirá es una sátira de la fantasía nacionalista del futbol, reimaginándola como una que navega en lo queer, que burla al género, que se entrega a lo erótico.