N.A.S.A.L.
vitrual-icon

Sebastian Florido

INAUGURAL SHOW

Quizás por su formación en el extranjero, o su decisión de vivir junto a las olas en la provincia de Manabí, la obra de Sebastián Florido (1988) se percibe fresca y novedosa en el contexto guayaquileño. Su pintura se basa en una figuración desenfadada de colores estridentes, contrastes expresionistas y composiciones abigarradas, en donde aparecen raros personajes y situaciones ambiguas, cargadas de referencias personales y culturales.

Florido produce sus obras en Ayampe, en su residencia llamada Casa Jaguarundi, en honor a un felino pardo, similar al puma, pero no mucho más grande que un gato, que habita en diferentes lugares de América Latina. La cultura del surf (que el artista practica desde hace varios años), la playa y la visualidad propia de las zonas rurales de la Costa Ecuatoriana influyen de manera significativa en su trabajo: las escenas que vemos en sus pinturas provienen de su cotidianidad y su entorno circundante, pero no constituyen una imagen de postal o una representación fiel de esa realidad, sino que se derivan hacia una ficción de lo local basada en sus propias vivencias.

Las narraciones inciertas, a ratos confusas, que se observan en sus piezas, incorporan múltiples referencias de la cultura popular del Ecuador. Pero, al contrario del arte producido en los años noventa y la primera década del nuevo siglo, Florido no busca cuestionar una noción de ecuatorianidad, sino, más bien, regodearse en las múltiples formas que esta tiene, por ejemplo, en los paisajes sociales del litoral, el habla popular, la flora y fauna endémica, los íconos religiosos, la cultura alimentaria, entre otros. En sus obras, diversos elementos de la cultura local conviven de manera armónica en escenarios que remiten a una visualidad más global, un síntoma de cómo su generación ve el mundo.

En este conjunto de pinturas, resalta el personaje del Jaguarundi Fusilero, una suerte de autorrepresentación de Florido que, no sin humor, manifiesta una peculiar actitud ante la vida y el arte, que contradice lo que convencionalmente se esperaría de él en la sociedad. Algo de ello vemos también en la frase “Those Vague Days”, como también se conoce al artista, en la que reivindica el tiempo libre como una condición necesaria para la creación artística.

Ana Rosa Valdez