Los árboles filogenéticos del inglés Charles Darwin (1809-1882), del alemán Ernst Haeckel (1834-1919) y de los estadounidenses Robert Whittaker (1920-1980) y Carl Woese (1928-2012), encarnación del pensamiento occidental, son el punto de partida para la serie de obras que conforman la presente exposición, donde Fernando Falconí sugiere una reflexión alrededor de las formas (y esquemas) que los científicos han concebido para explicar la evolución y la vida.
Entrar a esta exposición es como acceder a un bosque cuidadosamente sembrado por el ser humano. Nos encontramos frente a una miríada de árboles dispuestos en las paredes según criterios visuales que, a su vez, encarnan la escrupulosa representación y esquematización establecida por científicos europeos y estadounidenses para explicar la evolución de las especies y definir la forma de la vida.
Recordando collages de hace unos años -como Sosia (2012) o El fantasma (2013)- en quid pro quo (2019) (que se puede traducir del latín como “una cosa por otra”) Falconí interviene algunas páginas de la Gran Enciclopedia Didáctica Ilustrada de la editorial Salvat (1987). Oculta en color negro, por un lado, la ilustración botánica, y por el otro, su descripción textual, e interviene con el dibujo de un árbol filogenético una página con la explicación “científica” de cómo funciona La sexualidad en el reino (2019). Esta operación permite tensar la idea de la enciclopedia como lugar de certeza, en donde canónicamente todo el conocimiento queda firmemente catalogado según características formales. Es ahí donde Falconí nos alerta sobre la posibilidad del error de la ciencia.
Las obras Injerto Haeckel, Woese y Whittaker (Tulipán) (2020), Sarmiento (a) (2020), Esqueje y Rapsodia (W&W) (2020), entre otras, remiten a las técnicas de jardinería para modificar la naturaleza según intereses selectivos del ser humano, mientras que Hiedra y Árbol (2021), Enredadera y Discurso (estudio) (2020) y Esquema y subalterno (2020), nos hablan de las múltiples relaciones entre especies que a veces pueden ser simbióticas y a veces conflictivas y dañinas.
Falconí nos muestra también cómo de un encuentro accidentado puede nacer algo bueno, como por ejemplo en la obra Brote No. 2 (Woese) (2020), o nos invita a pensar al elemento agua como lugar donde se origina la vida, como se observa en Integración y Desplazamiento (2021), donde se combinan los esquemas de Darwin, Haeckel, Whittaker y Woese (que recuerdan además las formas de los corales marinos) con el árbol-silueta del Estero Salado en Guayaquil. Este es -para Falconí- un ecosistema muy dicotómico: profundamente vivo de flora y fauna, pero al mismo tiempo, altamente contaminado a causa de los asentamientos humanos.
La intervención del hombre en la naturaleza queda evidente en la obra Madreselva (2021), donde la iconografía de los árboles filogenéticos se cruza con la imagen satelital de las prospecciones petroleras en la Amazonía ecuatoriana, tema ya abordado por Falconí en la instalación la Zarza Ardiente (2018-2019) presentada en la galería DPM de Guayaquil. En estas obras la idea de alteración y contaminación del paisaje, incluyendo los cuerpos de agua, queda insinuada en la pintura de gran formato, donde la vida, representada por tonos de verdes y azules, se enfrenta con la muerte de color lila.
La obra que quizás llama más la atención es una de fondo negro a la cual nos enfrentamos desde que entramos a la muestra, titulada Discurso y Paisaje (2019). El fondo negro de esta obra, así como de otra titulada Inflexión y Paisaje (2021) remite a las ilustraciones de Haeckel de la flora y fauna de los mares. Su estrategia gráfica nos hace pensar en las ilustraciones japonesas, igual que en Paisaje con sarmiento (2021).
A lo largo de su trayectoria artística Fernando Falconí ha explorado sutil, irónica y agudamente los relatos científicos sobre la evolución de las especies y el desarrollo de la vida. De manera particular ha hurgado en la dinámicas reproductivas, reformulando preguntas respecto a la contradictoria relación entre el ser humano y naturaleza. Todo esto lo ha hilvanado dentro de la manera crítica con la cual se aproxima a los discursos (e incoherencias) sobre la nación, su cultura y educación. En esta nueva serie de obras (2019-2021), el artista propone un nuevo reto de interpretación, alineado a su trabajo previo, que propicia una reflexión y un cuestionamiento histórico respecto a cómo se organiza y transmite el conocimiento a nivel social: en estas pinturas y collages combina y altera esquemas, o injerta árboles ficticios para mostrarnos su sentido fluido y utópico que remite a la necesidad de control encarnada por el hombre moderno. Nos invita así a mirar nuestro entorno, a dar la vuelta —físicamente y metafóricamente— a cualquier perspectiva canónica, y a estar predispuestos a la percepción de nuevas formas que ilustren la vida.
Giada Lusardi
Italia, julio 2021
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