N.A.S.A.L.
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Maureen Gubia

La cueva que habito



1. La cueva

Con este proyecto artístico, Maureen Gubia (Guayaquil, 1984) nos invita a su cueva de musgo, su espacio más íntimo, y nos permite observar la vida cotidiana de su familia en un estado de languidez que deviene en mundo.

La cueva es para Gubia un espacio físico cálido, seguro y confortable, pero también un espacio mental en donde refugiarse. Allí interactúan cuerpos vivos y virtuales, estos últimos convocados por videollamadas cuando están físicamente lejos. La cueva es, en fin, un refugio de afectos.


2. Yo, Gubia

Gubia, nombre artístico de Maureen en el campo de la música experimental, es una creadora de imaginarios sonoros y visuales que remiten a la estética de los animé y videojuegos japoneses que experimentó en su adolescencia: Evangelion, Akira, Ghost in the Shell, Street Fighter, entre otros. Historias que unen pasado, presente y futuro.

En sus mundos conviven figuras durmientes con grandes manos que nos recuerdan las imágenes de los robots y cyborgs protagonistas de esas ficciones. La estructura compositiva de sus obras sugiere los encuadres y planos de esas series animadas.

Actualmente la artista combina su trabajo en pintura y dibujo con la producción de obras NFT que exploran las posibilidades digitales en la construcción de estos imaginarios, cultivando su interés por la relación ser humano-tecnologías.

Gubia llega al conjunto de obras que configuran esta muestra a través de una trayectoria que, en el ámbito musical, arranca en 2007 con el álbum La estampita mística y, en el campo de las artes visuales, se consolida en 2013 con la exposición Folq Nórdiqo en DPM Gallery.


3. El método, el medio

En sus trabajos anteriores, Gubia construía imágenes a partir del rescate de fotografías encontradas en las veredas, fruto de mudanzas de familias de la ciudadela Urdesa, en donde la artista reside, a Samborondón, a partir de los años dos mil.

Rostros desconocidos se sustituyen en este último proyecto con los de personas muy cercanas, los de su familia, dibujados y pintados en numerosos cuadernos a lo largo de casi dos décadas. El encierro por la pandemia le indujo a revisar y reinterpretar estas imágenes, junto con otras más recientes derivadas de capturas de pantallas de videollamadas con familiares que viven en Canadá y Chile.

La artista se pregunta qué pasa cuando se reinventa una producción distante en el tiempo. Al hacerlo, descubre que necesita la fuerza interior, juvenil, vital, atrevida, confiada y desafiante de aquellos momentos para salir adelante hoy. Es Maureen observando a Maureen, dos personajes semejantes y distintos, enfrentándose al cambio.

Los colores de sus pinturas retoman la cromática de las fotografías quemadas por el tiempo, abandonadas en álbumes a la intemperie, corrompidos por los tonos RGB de las pantallas. Maureen se pregunta qué pasa cuando una misma imagen, además de reproducirse en otro momento histórico, pasa a elaborarse en otro medio o mezcla medios.

Es como tomar un boceto de su cuaderno de 2005, intervenirlo digitalmente y volverlo a pintar. Un ejercicio virtual y físico donde coexisten pasado y presente.


4. El lenguaje, el misterio

Los títulos son muy importantes para Gubia, ya que tienen un alto potencial narrativo. Juega con el lenguaje y sus sonidos. En este proyecto inventa un nuevo idioma a partir del latín, poblando su mundo de criaturas llamadas Deus ex hausta o Hipnacolcha, insinuando el lenguaje de una catalogación científica-ficcional.

Estas criaturas y paisajes son reales y ficticios, ambiguos y fantasmagóricos. Son figuras cuyos rostros se desvanecen, donde los ojos y la nariz se fusionan para dar vida a nuevos seres atemporales que buscan guiarnos en el presente y más allá, donde la imaginación nos acompaña.



Giada Lusardi
curadora, mayo 2023