A diferencia de sus apariciones anteriores, lo desplegado en esta exposición de Roberto Noboa no conforma un conjunto homogéneo de pinturas, sino más bien una colección de impulsos muy diversos que se encuentran actualmente motivando al artista. Lo que en principio sugiere este recorrido de telas tan variopintas, es tal vez la idea de proceso: un momento en su quehacer donde se hace más evidente la manera como van emergiendo y adquiriendo forma estímulos múltiples, versus la noción de una serie conceptual y estilísticamente decantada. Resulta interesante haber entrado a su estudio durante la fragua de inquietudes en ciernes que van cuajando de maneras sorprendentemente disímiles, expresadas en un excéntrico vocabulario formal e iconográfico. Este léxico, a su vez, estalla con mucha espontaneidad en superficies pictóricas donde se van lentamente asentando, pieza a pieza, sus trasfondos.
Ancladas en una figuración de índole especulativa, estas pinturas -sin embargo- destilan distintos estados anímicos. Algunas invocan espacios oníricos, donde el ensueño deriva en melancolía ("Noche azul de febrero", 2022); en otras detectamos personajes durmientes que forman parte, en cambio, de comparsas delirantes y confusas, psicológicamente cargadas ("Un libreto imposible", 2022); mientras que en otras la confrontación con ciertos animales resulta intrigante o potencialmente ominosa ("Búhos y perros", 2022).
El proceso del artista es fundamentalmente desenvuelto: “Tengo una idea de lo que quiero... pero conforme los voy haciendo los personajes me pasan cierta energía, o comienzan a sugerir ciertas cosas de lo que puede estar alrededor de ellos...”. Aquí y allá destacan ciertos elementos como diamantes (un prominente leitmotiv en este show), vórtices de energía, personajes que intentan (¿fallidamente?) registrar lo que ocurre con cámaras, o la presencia protagónica de conejos.
Estos símbolos no suelen ser, a su vez, planteamientos repentinos en su obra, sino que emergen eventualmente con mayor fuerza luego de -a veces- haber hibernado por años. Para reforzar este punto relativo a los procesos dilatados que caracterizan su trabajo, hemos incluido una pintura bastante gestual y expresiva del 2020 ("Un conejo por cada día", 2020-2021), donde aquellos animales se entreveran en una compleja superficie que incluye una trama de franjas geométricas reminiscente a la que usó Eddie Van Halen para decorar las primeras versiones de su célebre guitarra “Frankenstrat”. Los retazos adheridos de diversos materiales que esta obra tiene, apuntan a la categoría de collage como la más apta para entender, además, la lógica narrativa desestructurada detrás de muchas de sus pintura.
Más allá de la permanente actitud propositiva en el afán de exploración formal, Noboa asume su práctica como parte del largo continuum de la tradición histórica de la pintura. Resulta fascinante, por ejemplo, que el punto de partida para el desarrollo de su serie que combinaba imaginarios del tenis con elementos vikingos (c.2004) haya sido "La muerte de Jacinto" (1752) de Tiépolo, interpretada delirantemente desde la sensibilidad metalera que marcó su adolescencia.
Imaginando este tipo de gestos, el artista parece generar una serie de guiños casi secretos al canon donde se procesan los repertorios visuales más variados, y que eventualmente derivan en una enigmática iconografía propia que promueve las interpretaciones conjeturales. Para mí, por ejemplo, ha tenido etapas a las que juguetonamente me puedo referir como “simbolismo lisérgico” o “revancha rococó” (compuesta por una cantidad de obras que se podrían leer como una actualización subversiva de la "fête galante").
Lo autobiográfico, la vida interior, las filias y aficiones, o el impacto de imágenes que se impregnan y fijan en la infancia, son el vehículo a través del cual articula observaciones de rango existencial sobre los seres humanos, sus comportamientos y posturas. En esta sintonía aparece por ahí una niña “vestida para un santo” ("Inalcanzable", 2020-2023), o una muñeca perversamente trasquilada en "La muñeca pelada" (obra que, como nota al pie, hemos recuperado del 2000). Noboa emplea el disparate o el sinsentido como vías de indagación sobre la vanidad, la ambición, la estupidez, el ensimismamiento o el ego. Su obra puede evocar algo metafísico, otra veces algo paradójico; pero a ratos también transmite un afán de acercarse a los misterios que encierra el ser, a lo impenetrable, lo incoherente, lo ambiguo... aquel espacio borroso donde reside lo más emocionalmente inefable y potente. Al menos esto es lo que me transmiten algunas de sus obras recientemente.
Los puntos de contacto con aquella tradición que mencionamos suelen no ser evidentes; por ejemplo, resulta medular el hecho de que siempre tiene un ojo puesto en el arrojo, compromiso y vitalidad con que diversos artistas del pasado abordaban su práctica. Sus observaciones sobre la vida y obra de aquellos titanes referentes de la pintura seguramente han modulado y contribuido a su mirada de largo aliento, a su propensión a tomar riesgos, y a un estado de conciencia que monitoree con cautela los indicios de que su trabajo haya llegado a un momento de cómoda aceptación pública. Por ello, visto en perspectiva, Noboa ha venido siendo un saboteador de sí mismo, sistemáticamente cambiando de andarivel cada vez que la retina de la escena local se compenetra con lo que hace.
Justo hoy que me encuentro asentando estos pensamientos acabo de escuchar a Jorge Martínez -líder de la banda Ilegales- decir que “la comodidad no está hecha para los seres vivos... los peces que siguen la corriente son los peces muertos.” Esta suerte de declaración de integridad resume un espíritu que debería ser norma para quienes se dedican a tareas creativas. En este sentido, en las múltiples conversaciones que hace meses sostengo con Noboa en el camino hacia esta exposición, vehementes y salpicadas de escocés, me soltó algo que me vi conminado a anotar: “Ser artista es ponerse la soga al cuello; desde el inicio he tratado de ir en contra del gusto de la gente, ahí está el reto... no al revés”.
Rodolfo Kronfle Chambers
Curador
Guayaquil, 10 de enero de 2023
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