N.A.S.A.L.
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NHormiga

UN FARO A TIENTAS

En los comienzos del nuevo siglo, en el arte producido en Guayaquil, el paisaje y la representación de espacios se produjo a partir de perspectivas críticas con respecto a los repertorios visuales de lo nacional y lo local que imperaron desde el arte decimonónico hasta los últimos coletazos modernistas. Asimismo, el ascenso de visiones cuestionadoras de las dinámicas urbanas, las reconstrucciones histórico-críticas de los lugares y el interés en los espacios que albergan memorias sociales tuvieron protagonismo en ese período. A finales de la década del 2000, el agotamiento de estos temas dio como resultado que los años posteriores se caracterizaran, entre otras líneas de exploración artística, por la búsqueda de espacios, lugares y territorios posibles, de la mano de la ficción especulativa, las memorias personales, los afectos, las elucubraciones introspectivas, los referentes cinematográficos y los lenguajes abstractos. Ruth Cruz, Daya Ortiz, Irina Liliana García y Lisbeth Carvajal comenzaron a producir arte en este contexto, teniendo como base la formación en artes visuales del ITAE —que desde el 2003 se había convertido en el epicentro del arte contemporáneo en el puerto— y, posteriormente, en la Universidad de las Artes.

“La hormiga bajo la almohada”, su primera exposición realizada en Espacio Violenta (2018), le dio un nombre sugerente a la no-colectiva. Esta muestra dejó entrever un posible perfil de grupo en el que resaltaba la contemplación de la naturaleza, las experiencias entre el sueño y la vigilia, las impresiones y memorias sensoriales que escapan a lo verbal, el trabajo con objetos y recuerdos familiares, las evocaciones de la infancia, los paisajes siniestros… Una multiplicidad de indagaciones estéticas que convergían en sensibilidades afines era lo característico. Desde ese momento, NHormiga emergió como confluencia de singularidades, territorio de laberintos creativos que se entrelazan y de actitudes semejantes frente al sentido de lo artístico. La diferencia como valor simbólico que potencia vínculos dibuja el horizonte de esta agrupación de artistas.

Las exposiciones que vinieron después reafirmaron el espacio de acción de la no-colectiva. “La isla involuntaria”, realizada en Cuenca durante la bienal de 2018, y “Rastro de nhormigas”, que tuvo lugar en la galería Khora de Quito en 2019, impulsaron su joven trayectoria hacia preguntas cada vez más profundas y complejas con respecto a la propuesta artística de sus integrantes. Este proceso también se desarrolló en las exposiciones individuales de cada une y en exhibiciones colectivas donde han participado; estas prácticas han contribuido a abrir una nueva fase en su trabajo que podemos vislumbrar ahora.

En el proceso de realización de la presente muestra, las zonas liminales han constituido terrenos de encuentro para el grupo de artistas. Lejos de invocar el sentido antropológico de este término, vinculado a los ritos de paso que marcan el cambio de un momento de la vida a otro, NHormiga reinterpreta la liminalidad como una circunstancia o espacio de ritualidad sin cruce, en donde se valoriza el “entre” y, consecuentemente, se elude cualquier demanda de transformación definitiva. Sin clausurar una fase agónica de la existencia y sin rasgar aún el velo de lo nuevo, las propuestas actuales de la no-colectiva invitan a experimentar la transición como un legítimo estado de (semi)permanencia.

Las obras que conforman la exposición ponen en suspenso la certeza de mundo proporcionada por las configuraciones geopolíticas que fijan territorialidades y fronteras humanas. De esta manera, las perspectivas de lugar que vemos en las piezas se desplazan hacia los mundos habitados y percibidos por otras especies, los paisajes ficcionales o metafóricos, las cartografías y ecosistemas oníricos, la poética de los micromundos, los lugares alterados por la evocación del recuerdo, las geografías sentimentales, el borde entre la vida y la muerte, las proximidades del espacio sideral. En esas topografías evasivas, conjeturales, que bordean la realidad objetiva, NHormiga encuentra un lugar propio, un espacio que abraza la posibilidad de lo que aún no existe, una heterotopía en ciernes.

Asimismo, las piezas artísticas reelaboran el sentido de múltiples vivencias sin recurrir al registro documental ni presentarse como huellas más o menos claras de la memoria, sino más bien como vagos indicios o juegos ficcionales que fomentan la especulación. En cada obra la fuerza de lo autobiográfico escapa de lo anecdótico: se contiene, como reserva de sentido, en metáforas, alegorías y otras imágenes poéticas susceptibles de ser llevadas por distintos caminos de interpretación. NHormiga indaga en los usos y derivas poéticas del dato científico, los cruces entre física teórica y teología, las perspectivas multiespecie, la cuestión animal, la potencia imaginativa de los sueños. Recurre a las tecnologías analógicas y digitales con ánimo exploratorio, y despliega sus hallazgos en bitácoras o apuntes que no se ven en la muestra pero inundan los estudios y talleres de sus integrantes. La rigurosidad de estas pesquisas, incluso la obsesión alrededor de ellas, da cuenta de un espíritu de búsqueda que es vital en la práctica de arte.

En sintonía con esa voluntad de reflexión perseverante, el título de la muestra sugiere abandonar la metáfora salvífica del faro e invertir la relación entre navegantes y luz, es decir, entre unos que se han perdido o que deben ser orientados y otro que posee alguna certidumbre o verdad iluminadora. Así, imaginamos un faro que, por exceso o ausencia de claridad, decide dejar su emplazamiento ordinario, su espacio seguro, para arrojarse intuitivamente hacia un lugar que no se puede ver, pero sí palpar. Un faro que hace de su circunstancia liminal una manera de disputar sitio en el mundo.


Ana Rosa Valdez
Curadora de la exposición
Tierra, 3 de junio de 2021