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Wendy Cabrera Rubio

Bitácora Primera:
La espalda innumerable del mar



En su primera exposición individual en la República de Ecuador, la artista mexicana Wendy Cabrera Rubio (Ciudad de México, 1995) propone abordar episodios de la literatura moderna de viajes vinculados a la historia del país mediante un estudio crítico de las visitas del biólogo británico Charles Darwin y el escritor estadounidense Herman Melville a las islas Galápagos en 1835 y 1841 respectivamente. Bajo el ominoso título "Bitácora Primera: la espalda innumerable del mar", la artista realiza una selecta y atenta relectura de estas descripciones, que han sido fundamentales en la integración del archipiélago dentro del imaginario cartográfico americano y en la configuración del relato científico sobre la mutabilidad de las especies animales.

El recuento de Darwin de su visita a las Galápagos —compilado en su texto clásico "El viaje del Beagle" (1839)— no elude uno de los gestos esenciales de la mirada moderna postcolonial; el hallazgo de lo nuevo ha de ser forzosamente analogizado a lo doméstico, a lo ya conocido. Encontrar un territorio es menos un descubrimiento que una inevitable comparación con la patria originaria, en donde lo novedoso funge como una versión degradada y “artificial”.1

En el taciturno inventario del británico de su paso por las islas, la diversidad y exclusividad de las criaturas encontradas por Darwin parecen habitar un archipiélago anémico en donde las especies de aves destacan por su mansedumbre, las tortugas por su sordera y los lagartos marinos por su ambivalente relación con el agua.2 La aparente impasibilidad de estas descripciones científicas no distinguen entre especies antediluvianas y exiliados políticos racializados,3 que son retratados como cualquier otra especie animal.

Las descripciones del archipiélago realizadas por Herman Melville —notablemente en su colección de historias cortas "Las Encantadas" (1854)— esbozan un mundo extinto, impermeable al cambio e inhóspito,4 en donde las criaturas son portadoras de superstición o quizá de cierta debilidad medioambiental que se expresa, por ejemplo, en aves “meditabundas” o “nada poéticas.”5 Pero sobre todo, el archipiélago descrito por Melville es un reflejo sintomático de la desintegración política y territorial que sufre el continente tras las revoluciones sudamericanas de 1808-1826. En esta aparente suspensión del poder paternal del estado, lo que prolifera es precisamente el paternalismo más insidioso; el de forajidos, bucaneros, caciques y tiranos cuyas ramificaciones persisten incluso en el islote más remoto.

Cabrera Rubio no pasa por alto estas cuestiones en su proyecto, y en Bitácora Primera realiza una desarticulación de ambas crónicas. ¿Cómo lo hace? Primeramente, mediante la presentación de una selección de animales que no son tanto exponentes científicos del reino animal como un conjunto de criaturas con personalidad. Así, los cactus, orquídeas, pingüinos, piqueros de patas azules, tortugas, lagartos marinos y hasta un pedazo de ballena son entreverados por la artista como protagonistas —relegando de paso a Darwin a un rol secundario, mudo, casi ornamental. Todas estas criaturas se materializan de acuerdo al particular universo estético de la artista, en donde el uso de materiales como el fieltro y técnicas como el bordado aproximan mutuamente el proceso de manufactura y el aspecto visual, resultando en esculturas en donde su valor de uso se performativa gracias a su presentación teatral.

El relato de Melville resulta igualmente descoyuntado para así truncar la presunta utopía marinera que postula a estas islas como el refugio de nómadas y descastados que siempre provienen de afuera, y repensarla de acuerdo a las voces de las criaturas que viven allí adentro. En contraposición a Melville, las Galápagos aquí pierden su condición anómala debido al “engaño ocular”6 que producen, y se convierten en un lugar que recupera su realidad interna al complicar la mirada postcolonial.7 Pasamos de un escenario que sólo produce problemas a los humanos a otro en donde los animales describen a los humanos como problemáticos. Es aquí en donde las estrategias escénicas de Cabrera Rubio entran en acción.

Desde el montaje escénico dispuesto —y que combina métodos didácticos y expresivos, el significado histórico prevalente de las Galápagos se cuestiona y altera. Al hacerlo, este territorio abandona su aparente pasividad y se convierte en un entorno sentiente que reacciona a aquello que viene de ultramar. En esta muestra, el mar es un proveedor de desgracias, puesto que el sentido histórico de estas islas se ha construído en mayor medida desde su instrumentalización por parte de colonos, piratas, bucaneros y expedicionarios. El mar no sólo tiene tiempo e historia, sino sus propios intereses.

Cabrera Rubio evita muy astutamente realizar una simple narración —al fin y al cabo, su muestra nos habla precisamente de los peligros de hacer narraciones de ultramar— y se posiciona en un contexto organizado instalativa y escénicamente que dota a su proyecto con el semblante ensayístico, para así poder pensar el archipiélago ecuatoriano de un modo que la crónica científica de Darwin o la literatura de Melville no hacen. Bitácora Primera se piensa como ensayo porque se opone a las hipótesis científicas de uno y a las narraciones literarias de otro, y desde el intersticio así encontrado, revelarnos detalles que debilitan los supuestos totalizantes sobre las Galápagos y sus habitantes.

Si la genealogía de estas islas se ha asimilado a sus relatorías científicas, esta nueva presentación de Cabrera Rubio postula al archipiélago desde las voces y silencios de sus habitantes, que independientemente de la especie a la que pertenezcan, reivindican su condición no-humana, o señalan la demi-humanidad que se les ha impuesto. Si los hombres designados por la historia —Darwin, Melville, Wolf, Flores, Hood, Sullivan, Marchena, de Villamil— configuran la realidad cartográfica del archipiélago, el ensayo escénico de la mexicana reescribe el guión histórico impuesto a las Galápagos como una conversación abierta, y que comienza ahora mismo.


Javier Fresneda
Junio 2022



1 Darwin, C. (1909) The voyage of the Beagle. New York: The Collier Press, p. 396
2 Siguiendo a Darwin, el Amblyrhynchus cristatus no entra al agua si es asustado (109: 409).
3 (1909: 397)
4 Melville, H. (1856) The Piazza Tales. New York: Dix & Edwards, pp. 288-293
5 Melville (1856: 309-10)
6 (1856: 326)
7 “(...) producing not a community of individuals who group themselves along the lines of a unified identity, but a composition of singularities in a common relationship”. Jonik, M. Melville’s “Permanent Riotocracy”. En Frank, J. (2013) A Political Companion to Herman Melville. University Press of Kentucky, p. 244