Cuanto más significativos podamos sentirnos y cuanto más conocimiento
tengamos sobre algo específico, más insignificantes nos daremos cuenta
de que en realidad somos, y menos sabemos. No es decirlo para que uno
se sienta pequeño, sino para entender que al mirar con más detalle se
abren multitud de capas, de conexiones, revelando nuevas dimensiones
que envuelven en más matices el significado original. La obra de Luis Zela,
actúa como catalizador de esta disección, de esta exploración, de señalar
el todo y potenciarlo aún más. Al centro de su trabajo, hay una navegación
de lo que significa querer, necesitar y desear. Lo que mantiene un colectivo,
una unidad, y aquello que conduce a su ruptura, y contribuye a que funcione
contra sí mismo. Recuerda cada canción de pop que inconscientemente
se ha deslizado en nuestra memoria colectiva, con cada letra viajando en
nuestras venas, “Can’t live if living is without you”, “My loneliness is killing me”!
(Apuesto a que cantaste esas canciones en tu cabeza cuando leíste la letra,
¿Verdad?) Continuamente nos hacen creer que no debemos estar solos,
pero eso mismo que nos conecta resulta también destructivo, maleable, nos
vuelve perecederos. Dicen que debe venir con dolor y sufrimiento para que
sea digno de nuestra atención, amor y unión.
En este nuevo cuerpo de trabajo, Zela explora precisamente eso, un enfoque a
la vez científico y artístico, del cuerpo como un organismo fuerte y poderoso,
trabajando a favor y en contra, adentrándose realmente en los mundos únicos
que existen dentro de nosotros, proponiendo lecturas alternativas en estos
mecanismos, estos movimientos y estas narrativas que llevamos dentro. Nos recibe
una pared de relieves en vidrio fundido Todo vuelve en un latido cósmico, mientras
hayan cuerpos que habitar (Biologías alienígenas), proponiendo moléculas de ADN
alternativas capaces de ser utilizadas por otras formas de vida, creando nuevas
configuraciones. Como sugiere el título, un cuerpo alien, extraño. Pero estos no son
nuevos hallazgos, son de archivos de trabajos académicos sobre investigaciones
actuales en biotecnología, sin embargo, Zela propone nuevas lecturas al respecto,
sacando a la luz devenires alternativos. La pared te enfrenta de tal manera que
produce una confrontación con una verdad diferente, una confianza alterna e
innata que debe fundarse. La translucidez del material hace que uno se pregunte
por qué es tan poroso, por qué está presente y, sin embargo, no está físicamente
materializado. Invita a los espectadores a mirar más de cerca, a dar un paso, un
mundo está ahí, si te interesa mirarlo más de cerca.
Por mucho que la exposición se centre en la reproducción, no en el sentido de
reproducirnos a nosotros mismos y crear niños, sino más bien en la reproducción
social; en el sentido de multiplicidad y creación de escuelas, comunidades y familias,
para bien o para mal, un sentido de la asombrosa capacidad de la naturaleza para
crearse y recrearse perpetuamente. Rápidamente nos lleva a preguntarnos cómo
somos productores de una moneda, un producto de nuestros entornos, mecanismos
que están tan fragmentados y siempre existentes en el tejido del sistema capitalista.
Integrados en la exposición se encuentran Cuerpos en Potencia, dos mecanismos
robóticos que rumian, moviéndose a diferentes velocidades y en diferentes
direcciones. Dentro de su contenedor, toman la forma de una máquina industrial
tecnológicamente dura, complaciente y trabajadora, diligente y monótona. Una capa
suave al tacto, imita una piel artificial en un rojo comunista, un guiño a las vidas de
los trabajadores perdidos en su lucha contra el capitalismo. Un látex en un rojo que
muestra la irritación, las contradicciones con las que fricciona Zela, los mecanismos
que cumplimos, dentro de los marcos a los que estamos precondicionados a
adherirnos, los engranajes en los que nos convertimos, las falsedades a las que
trascendemos. La nueva propuesta que Zela nos invita a vislumbrar propone
eficiencia y una producción perfecta. Sin embargo, hay algo espeluznante en los
ruidos que hace, algo que es antinatural y falso. De igual forma, hay algo que es
relajante en la inquietud, algo que se ha convertido en un pacificador familiar. Nos
lleva a preguntarnos si todo es malo o bueno para empezar. Desde una bolsa para
cadáveres humanos hasta un disfraz de sirvienta ceñido a la piel, los trajes de látex
brindan a sus usuarios un escape y la oportunidad de cambiar de forma. ¿Debe ser
totalmente lo uno o lo otro? En la poesía que forma parte de su proceso, nos invita
a reflexionar.
Rara vez han tenido éxito
Reproducciones del experimento
Para extrapolar alguna
En el folclore japonés, el alma existe como una pequeña bola mágica endurecida
dentro del ano conocida como ‘shirikodama’, traducida directamente como ‘pequeña
bola de ano’. En Deseo Primordial, una escultura de vidrio soplado contiene en sí
misma las posibilidades de nuevos universos. En el interior de la escultura, que
adopta las formas de un híbrido entre un elemento floral y cuentas anales, existe
una síntesis de la sopa primordial, replicada por primera vez en el experimento
Miller-Urey de 1952.
Esta propuesta sintética ofrece infinitas posibilidades, un vistazo al todo, un vistazo
al interior de nuestro núcleo, los universos de afuera y los universos de adentro.
Habla de la fragilidad de los contenedores y de las aspiraciones de quienes sueñan
con otros mundos posibles. Si tenemos todos los componentes necesarios para
crear tales realidades, ¿Qué nos falta en esta alquimia para hacer de esto una
realidad floreciente? Sugiriendo un obstáculo en la visión, un fracaso incierto.
A medida que avanzamos por la exposición, nos encontramos con un crucifijo
confrontacional, Objeto Gólgota, un guiño sci-fi a las impresiones católicas de las
que no podemos escapar dentro del contexto de América Latina, donde reside Zela.
La obra dialoga con Reversión Cósmica, un vitral con teselas en vitrofusión que en
lugar de representar una narración bíblica, representan nuevos cosmos biológicos,
modos de reproducción transformadores. Una experiencia miope, donde los modos
binarios se ven obligados a desestabilizarse, y dar lugar a un nuevo cuerpo, nuevos
seres vivos, nuevos modos de existir. Las pinturas que acompañan las obras a través
de un enfoque pictórico ilustran aún más esto, especulando relaciones sensuales y
porosas entre seres, paisajes, deshaciendo las barreras entre el interior y el exterior.
Esta metanarrativa que presenta Zela es un tanto ritualista y actúa como un santuario
abnegado. Para que uno sobreviva, el otro debe desintegrarse. La confrontación
y el sacrificio más infinitos existen dentro de nosotros, la máxima posibilidad y
compasión existe dentro de nosotros, por lo tanto, ¿Cómo escapar de esto, sin
repetir las mismas modalidades de productividad que de alguna manera estamos
confinados a replicar? Zela propone esta unidad y comunidad, unísono, placer y
deseo, y un guiño a las ruedas dentadas que hacen que todo suceda.
Silvana Lagos