“No es de extrañar entonces si los impulsos que se acumulan en nuestros cuerpos escapan a nuestro conocimiento… todo el
sistema de impulsos, el cual es a la vez el arquitecto y el director de nuestro cuerpo, se oculta a nuestros ojos.”
Jakob von Uexküll
“… progreso invisible, sobre el que cada organismo visible cabalga durante el corto intervalo de tiempo que le es dado vivir.”
Henri Bergson
La criatura infinita es la propia energía que invade el espacio inicial (siendo este, en un momento previo, pobre y homogéneo en
su reconocimiento instrumental) provocando su aparición la activación de múltiples entornos, guiados estos por los impulsos
vitales, los cuales aspiran, desde su fuerza plástica y orgánica, sostener y alimentar a los elementos que emergen, complejizando,
de este modo, lo percibido. Se descubre así una nueva esfera que penetra a lo visual, generando aquello una oscilación entre
la sospecha de un relato inconcluso y el vislumbre de organismos que se mueven más allá de cualquier delimitación concreta e
inmediata. Es un universo que inaugura la imaginación imposible de lo vivo, a través de una aproximación diminuta (en el sentido
de detenerse en los agujeros secretos de lo viviente) que aspira bosquejar un mundo circundante que declare su dimensión física
y compleja: interconexión de objetos diversos que advierten la posición de un paisaje, el cual proyecta una naturaleza singular y
fantástica, guiada esta por una subjetividad borrosa y simultánea, cómplice de aquello que se cruza y se superpone en búsqueda
de ignorados volúmenes.
El acto de pintar revela, desde su proceso intuitivo y diagramado, una explosión constante que, a través de una condición expansiva
y aterradora, señala las huellas de una pluridimensionalidad que profundiza en los sistemas inherentes que producen la movilidad
de las formas turbadoras. En ese sentido es fundamental una estrategia que se piense desde la tensión que invita el diálogo entre
la pintura, el video y la instalación: lo fijo y lo movible, a partir de una frontera que se reconoce como cuerpo interrumpido por
las ondas irregulares de lo imaginado y de lo tocado, anhelan introducirse en el azar creador que rompe con el continuo artificial
impuesto por lo humano, reemplazado este por una línea que contiene anfractuosidades.
“… una recta que lo pareciera a primera vista, parecerá también, con un poco más de atención, perpendicular u oblicua al contorno.
Si uno toma una lupa, o un microscopio, la incertidumbre no se desvanece, pues cada vez que se incrementa el aumento, se ven
aparecer nuevas anfractuosidades, sin que llegue nunca a sentir la impresión tranquilizadora y clara que da, por ejemplo, una bola
de acero pulido.” Benoît Mandelbrot
Teniendo en cuenta al matemático Mandelbrot, se advierte una pesquisa desde una noción de geometría no clásica que merodea
las anómalas formas de ciertos objetos, los cuales se sostienen sobre una turbulencia que exige reconfigurar las relaciones entre
escenario, cuerpo (animado e inanimado), y tiempo. Un palacio de descubrimientos que, a través de fluctuaciones y atisbos de
transiciones accidentadas, nos ofrece una pintura que elabora probables flujos intensos, delimitados a partir de la apreciación de
números secretos y de mareas en constante crecimiento. Pinturas irreales que, sin embargo, se inspiran en ciertas ecuaciones
de la ciencia inspirada y experimental: “Ilya Prigogine (…) En lugar de una simple y única forma de estabilidad, tenemos en
cambio múltiples formas de variada complejidad (…) cuando un sistema cambia repentinamente de un estado estable a otro (…)
fluctuaciones menores pueden jugar un papel crucial en el resultado final.” Manuel De Landa
Lo que De Landa sugiere a esta exposición es la elaboración de una reflexión que, gracias a un desplazamiento más allá del
equilibrio, encuentre comportamientos no lineales que revelen una materia más creativa y cambiante. Es esto lo que llama la
atención de Pinto, estableciendo desde aquí, como pertinencia de su propuesta, la conversación entre pintura, objeto, instalación
y video, dimensiones diversas de una historia singular, la cual insiste en manifestarse a partir de ensamblajes insospechados de
biomasas (estas, claro, transformadas imaginativamente en las formas de la pintura, pero guardando los rasgos de su profunda
participación).
Finalmente, la exposición se proyecta también en la herida irreductible del artista, indagando en las faltas que motivan el gesto
creativo. Una vez más, la tensión entre lo fijo y lo movible, proyectando desde adentro las trampas flotantes que disuelven la piel
de los objetos y los cuerpos en una noche diseñada desde las leyes salvajes de su propia disposición. El aliento que sopla en el
bosque; el río y su sombra; sphaera vítrea; la fuga de un símbolo desviado. Esto es, sospecho, el esquema de la criatura infinita.
Jorge Aycart Larrea, curador